16 septiembre 2013

En contra de los libros de texto



El mejor libro de texto no es aquel que está realizado por una multinacional del sector, el gran Grupo Prisa que al final resultó tener los pies de barro nació de una editorial modesta de libros de texto como Santillana dirigida paternalmente por Jesús de Polanco en sus comienzos, sino aquel se realiza en el aula en el proceso de enseñanza aprendizaje entre unos alumnos inquietos y un profesor consciente de su importancia como educador. Tengo un amigo que es maestro de primaria que me dice que aunque existe gente muy concienciada una parte muy baja de la condición humana se la ha encontrado en el grupo social del profesorado. En éste se da la terrible paradoja de que los que llegan los últimos al centro asumen los puestos de trabajo con alumnos más complicados que aquellos que llevan tiempo y que acaban dando clase a los cursos más suaves. Imagínense ustedes que un médico recién salido de la facultad lo ponen a tratar enfermedades cardíacas complicadas mientras que los que llevan años ejerciendo la profesión están con patologías más simples que se curan casi con poner una tirita para decirlo un poco gráficamente. El nivel de mortalidad en centros de salud y hospitales sería altísimo como altísimo, y crónico, es el nivel de fracaso escolar entre nuestros jóvenes sin duda por muchos motivos que ahora no vienen al caso pero también por esta actitud cómoda de muchos supuestos enseñantes y por unas leyes que, tristemente, amparan estas prácticas. Este amigo siempre me cuenta el caso de que en el IES Alcalde Bernabé, que está en Santa Cruz al lado del Mercado Municipal, donde los profesores en asamblea decidieron dedicar unos terrenos del centro destinados en principio a un huerto escolar para hacerse un parking porque ya conocemos esa terrible necesidad humana de dejar el coche a los menos metros posibles de donde vaya uno a estar moviéndose.
Afortunadamente no todos los profesores son así. Yo tuve el lujo de contar hace algún tiempo con una profesora llamada Isabel Duque que en la asignatura de Historia de la Filosofía ella, junto con otros profesores de otros centros, elaboraban y perfeccionaban su propio libro de texto consistente en fotocopias de textos claves de la filosofía, un cuestionario sobre la compresión de dicho texto para elaborar en casa y clases en las que los alumnos debatían las lecturas y ponían en común todo lo aprendido. Esto sucedía en una etapa que, a día de hoy, para nosotros sería prehistórica: casi nadie tenía en casa un ordenador, Internet era una realidad pero en manos de las élites sin transcender al ciudadano medio y el único medio de transmitir información escrita a distancia no era el correo electrónico sino los faxes que eran caros e inaccesibles para la mayoría. Si mi amiga Isabel Duque, les recomiendo su blog una de jubilada pues si bien el sistema educativo perdió una gran profesora los amigos de la red hemos ganado una buena blogera, y sus compañeros podía trabajar con esta metodología cuando las comunicaciones eran analógicas y, por tanto, más lentas, cuánto más no se podría hacer hoy algo parecido no sólo tan digno sino hasta mejor gracias a que el alumno puede ser capaz de ser una parte activa en todo el proceso de enseñanza aprendizaje siendo hasta posible elegir los contenidos que más le interesa partiendo, siempre, del currículo marcado por el Ministerio de Educación.
El mundo del libro se debate ante una desaparición completa tal y como lo conocíamos hasta ahora. Se tuvo la experiencia de la digitalización de la música que acabó con el tradicional sector pero nadie, desde los editores hasta los libreros, fueron capaces de aprender de aquella experiencia por lo que este es un mundo que se extingue a pasos agigantados. Estos días de principio de curso hemos escuchado como Remedios Sosa, Presidenta de la Asociación de Libreros que con este y otros cargos está intentando salvar su negocio particular que es ese fraude subvencionado llamado Centro de la Cultura Popular Canaria, defiende la cadena de valor del libro, escritor, editor, distribuidor y librería, a pesar de que esta ya tenga los días contados no por amor a la cultura sino porque el sistema, tal y como está montado, reporta todos los principios de curso un dinero fácil a libreros que, normalmente, perdieron hace mucho su labor cultural ya que en el caso de los libros de texto se obtienen grandes beneficios con sólo unas semanas de trabajo en las librerías ya que el libro de texto es un productos que de una o otra manera cientos de miles de familias deben consumir lo quieran o no.

Este principio de curso hemos visto como la policía disolvía mercadillos de libros de texto que se montaban en plazas públicas o como esta misma madera reprimía a jóvenes que intercambiaban libros de texto por fuera de colegios. Esto no sólo no va en contra de cualquier sentido de la libertad en la educación sino que es un burdo intento de preservar los privilegios de una organización como son las editoriales de libros de texto que, como ya he dicho al principio, han sido capaces de forjar grandes imperios de comunicación gracias a ésto y a la connivencia con partidos políticos como el PSOE. Afortunadamente esperemos que la crisis irreversible que se arremete contra el sistema editorial haga que en el mundo del libro de texto el pastel de las fortunas que las familias pagan todos los años por los libros de sus hijos no vaya a parar a los llamados operadores globales, Amazon, Apple y Google, sino que sean el profesorado y el alumnado los que sean capaces de elaborar, en un futuro cercano, sus propios materiales escolares y dejarlos, con licencias abiertas, para que se mejoren gracias al uso y a las aportaciones futuras. Esto ya se está haciendo en un puñado de centros escolares y, esperemos, que esta tendencia vaya a más los próximos cursos hasta terminar como ese vestigio del pasado llamado libro de texto que tantas desigualdades generan en nuestra sociedad todos los años.