Yo
no sé si a usted le pasa como a mi pero cada vez que escucho el
diálogo, por supuesto en versión original, de cuando el Replicante
le salva la vida en el último segundo a Harrisond Ford en esa
maravillosa película de 1982 que el tiempo ha tratado tan bien
llamada Blade Runner se le ponen los pelos de punta y los ojos
vidriosos. I've seen things you people wouldn't believe. Attack
ships on fire off the shoulder of Orion. I watched c-beams glitter in
the dark near the Tannhäuser Gate. All those moments will be lost in
time, like tears in rain... Time to die. Son los últimos
momentos de una vida construida artificialmente por ingeniería
genética con fecha de caducidad, el personaje que interpreta Rutger
Hauer, para trabajar en las minas interestelares y que en toda la
película no ha mostrado ni un signo de piedad salvo este cuando ya
sabe que su final es cuestión de minutos y le perdona la vida al que
lo buscaba para eliminarlo.
En
estos días de lluvia vi a un tipo llorando por la calle mientras
caminaba y todos tratábamos de no mojarnos refugiándonos en
portales o huyendo del agua bajo paraguas. Vestía bien, estaba
aseado y no era el tipo de persona que enseguida hubiéramos
asimilado a un enfermo mental. No le importaba que lloviera e iba por
medio de una peatonal de La Laguna con la cara empapada pero se
notaba que estaba llorando porque sus gestos faciales describían el
llanto. Agazapado en un portal lo vi pasar sin atreverme a acercarme,
ni preguntarle que qué le pasaba, si podía ayudarlo en algo, si
quería mi teléfono para hacer una llamada o si necesitaba un
abrazo. Simplemente lo vi alejarse hasta que se convirtió en un
punto diminuto y me puse a mirar cómo corría el agua por el
alcantarillado y pensé, como un estúpido, que en esas aguas iban
también perdidas sus lágrimas. Me acordé de Blade Runner y
de la secuencia que le digo.
En
esta sociedad hace falta más empatía, lo que un gran profesor que
tuve en la facultad nos enseñó con el concepto de Emmanuel Lévinas
de alteridad. Y lo digo como una crítica general porque me
incluyo ya que yo sí percibí que había una persona sufriendo
delante de mi y me pareció lo más lógico no mojarme que
simplemente preguntarle si necesitaba algún tipo de ayuda. Como el
Replicante de Blade Runner todos tenemos una fecha de
caducidad pero con la ventaja de que sabemos cuando empieza pero no
cuando acaba con lo cual todo instante debería ser una oportunidad
para disfrutar. Esto, desgraciadamente, no suele pasar. Desde que vi
a ese hombre llorando bajo la lluvia hasta que he escrito estas
letras no he parado de pensar en lo qué estaba pasando en aquella
mente para que estuviera sufriendo de aquella manera ajena al resto
del mundo. He pensado en lo terrible que es cuando nuestro cerebro
enferma, no es capaz de controlar sus emociones y cómo desde
fuera nos cuesta comprender el sufrimiento ajeno.
Este
post está dedicado a mi amiga Lucy que sabe mucho de filosofía, que
domina la alteridad y que es la persona más inteligente y generosa
que he conocido nunca. También es fan como yo de esta película.