27 abril 2008

Día del libro sin lectores


La coincidencia de fechas forzada entre las muertes de Shakespeare y Cervantes, el 23 de abril, en la que se celebra el día de libro no deja de ser indiferente a la mayoría de la población. Como bien decía Philip Roth en una entrevista en El País, esa que a todos los que pensamos en el triste panorama del libro nos gusta citar, las pantallas han derrotado al hábito de la lectura. Los lectores, dice Roth, en pocos años quedarán relegados a una minoría de extravagantes seres inadaptados que casi nadie entenderá ya que para la población en general el libro como objeto es una cosa rara. Un dispositivo como el Kindle de Amazon para alojar libros en formato electrónico, y que muchos ven como el ipod para el mundo del libro, despierta grandes dudas porque no hace falta un nuevo chisme sino que, de hecho, la gente lea. Hasta el presidente de una empresa que ha revolucionado la forma de entender la música, lo hace ahora con las formas de ver el cine y las series de televisión, como Steve Jobs de Apple ha dicho que su empresa no se plantea entrar en la guerra de los dispositivos para el libro electrónico porque éste no es rentable. Y volvemos a lo mismo: la gente no lee porque eso implica un esfuerzo intelectual que la mayoría no está dispuesta a hacer.
Paradójicamente a todos estos augurios el sector del libro en España es muy potente y poderoso. Sin duda en ello tiene que ver el hecho de que la lengua española sea la tercera en importancia en el mundo y cuente como unos 380 millones de hablantes. Y es que en España se edita hasta lo que no está escrito y si la gente absorbiera todo lo que entran al mes en librerías como novedad editorial estarían todo el rato lejos de las tan temidas pantallas de la televisión e internet. La verdad que esta perspectiva tampoco es halagüeña. Si existiera un individuo capaz de tragarse todo lo que se publica no sería un ser muy completo y más vale pegarse a una pantalla para ver las fabulosas series que la televisión norteamericana produce que los bodrios de usar y tirar, no sólo no valen el papel en el que están impresos sino que hasta imprimir esta basura es anti ético por el coste ambiental de tanto papel para nada, que a esta mierda de lectura que en pocas semanas nadie habrá de recordar.
Entrar a hacer negocios en el mundo del libro tiene una especie de tapadera no explicitada ya que las editoriales se venden como fuentes de cultura cuando no son más que grandes negocios. A principios de enero de 2007 el ISBN de los libros, ese número que hace que cualquier libro sea único en el mundo, pasó de tener 10 cifras a 13 para homologar éstos a cualquier tipo de producto de consumo masivo que encontramos en el supermercado. Nunca el libro había sido tanto una mercancía como ahora y eso lo tienen claro los grandes protagonistas de la edición. El panorama se mueve entre la gran cantidad de premios de novelas de todos los géneros amañados que hace entender que no haya escritor de prestigio sin su premio, la búsqueda de un título que será record de ventas como sucedió con El Código Da Vinci, libros totalmente ideologizados o de personajes que salen en la televisión que no tienen nada que contar pero que sin embargo lo hacen. Con más o menos respeto a la edición, al autor y al mundo de la cultura los grandes grupos editoriales como Planeta, Santillana, Random House Mondadori, Anaya o el incipiente RBA son fruto de fusiones y adquisiciones basadas en el poder de los talonarios y en la capacidad crediticia que las entidades financieras y la diversificación de los negocios les ha propiciado. Cabe la posibilidad de que dentro de poco pueda haber algún movimientos de fusión y adquisición por parte de estos grandes grupos. En medio de este mar de tiburones se mueven, como si fueran pescadillas esquivas, pequeñas pero muy buenas editoriales como Salamandra o Acantilado que no sólo hacen que el panorama literario en general sea digno sino que si no existieran habría que inventarlas.
En Canarias el panorama del mundo editorial es más desolador si cabe. En las islas siempre que hablamos de cifras estamos por debajo de la media del estado y en el tema de la lectura también pasa. Sin embargo por aquí se edita mucho. Al año pueden salir un centenar largo de nuevas ediciones y existe un fondo de unos 600 títulos sin agotar. Estos datos, más que significar lo saludable del sector, dan a entender su realidad. Y es que las editoriales en Canarias, casi en su totalidad, son meras correas transmisoras del sistema. En el archipiélago la cultura se subvenciona y eso lo sabe bastante bien el Centro de la Cultura Popular Canaria que en los últimos años ha perdido subvenciones o Ediciones Idea cuyo grupo matriz, Prensa Canaria, va a perder el contrato de la Televisión Autonómica por el que esta empresa, junto con el Grupo Prisa, la surten de contenidos. Cuando estos grupos pierden el favor de las administraciones, como el caso de Centro Popular de la Cultura hace unos años o el de Francisco Pomares en sus cinco entregas en La Opinión sobre la lucha en los medios públicos por otro, es cuando se atreven a largar contra la mano que durante muchos años les ha dado de comer. La Cultura, el lector y el hecho de que en el archipiélago se lea es lo último que a la administración, y parece que a editores como estos, les interesa.
Siempre quedarán lectores porque la escritura, sea en papiros, libros o dispositivos electrónicos, es el medio más importante por el que se ha trasmitido y se transmitirán nuestros conocimientos, valores, actitudes, formas de ver el mundo y pasiones cosa de la que Cervantes y Shakespeare sabían mucho. Lo aprendieron leyendo y nosotros lo aprendimos leyéndolos a ellos. Esto ha pasado y volverá a pasar mientras exista la cultura humana como la conocemos. Lo que me da vértigo es pensar en cómo serán los lectores que dentro de cien años celebren el quinto centenario de la publicación del Quijote.
Canarias 24 Horas, 27 de abril de 2008.