Que
el lenguaje se ha ido pervirtiendo para tratar de transformar la
realidad es algo que ya no se duda en absoluto. Rajoy y el PP hablan
de crecimiento negativo a la realidad de crisis económica que
llevamos sufriendo desde 2008. En el mundo de la discapacidad la
finura verbal por la que ha ido atravesando el concepto es terrible.
Para entendernos y ser un poco bruto al cojo paralítico que
se le llamaba antes, muchas veces de una manera repugnante y
despectiva, se le empezó a llamar minusválido, luego
discapacitado, después persona con discapacidad y
ahora de ha inventado el eufemismo de es un ser que padece una
diversidad funcional para hablar de la misma cosa. Y la
realidad no es la misma y el interés del político de turno por las
personas que padecen de falta de autonomía es la misma: el gancho
perfecto para sacarse la foto justo antes de las elecciones y
olvidarlos luego.
Pero
la realidad tampoco es la misma. Ahora a la persona que padece algún
tipo de discapacidad se las utilizan en las empresas, o en los
centros especiales de empleo, como mano de obra barata pues a parte
según el tipo de plantilla que tenga una empresa ésta está
obligado a tener contratadas a cierto porcentaje de personas con
discapacidad y las grandes empresas, públicas y privadas, crean
centros especiales de empleo, el 90 por ciento de su plantilla debe
estar compuesta por personas con algún tipo de discapacidad, para
competir en precios dando servicios a empresas mucho más baratas
pues contratar a personas con discapacidad tiene muchas exenciones
fiscales y pagos casi nulos a la Seguridad Social.
El
otro día entré equivocado a la oficina principal de CaixaBank,
extinta CajaCanaria pues iba a un evento al lado y se me acercó un
señor con una silla de ruedas eléctrica, de esas que pueden costar
más de cinco mil euros casi lo que un coche, debidamente
identificado como trabajador de la entidad para preguntarme que qué
operación iba a hacer. Le dije que iba a la Fundación CajaCanarias
y enseguida me sacó de mi error y pude asistir a la conferencia a la
que quería ir. Si CaixaBank se tomara en serio lo de la discapacidad
ese muchacho podría no estar atendiendo al público sino en una mesa
haciendo gestiones financieras en una mesa como otros de sus
compañeros pues, por lo que vi, su cabeza funcionaba. Muy bien y
educadamente, por cierto. Yo como no puedo dejar de pensar en esas
cosas me informé esa misma tarde en la red y descubrí que a la
estrategia de poner a una persona con discapacidad haciendo este
trabajo se le conoce en el mundo del marketing como Marketing
Emocional
y tiene la intención de provocar la sensación de que la empresa que
contrata a ese tipo de trabajadores es sensible
con el tema y que son muy buenos. Yo me sentí repugnado porque me
intentaran enternecer con una cosa tan burda y contento porque en
agosto de 2010 cerré mi cuenta de La Caixa y me abrí una online
donde no me follan a comisiones.