10 febrero 2014

La normalización social de la homosexualidad

Doodle de Google del 7 de febrero de 2014 reivindicando los derechos de los homosexuales el día de la inauguración de Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014
No hay nada más repugnante en este mundo que tratar de imponer una moral, completamente particular, a la mayor cantidad de gente posible tratando de crear una homogeneidad que es imposible para una sociedad que por su propia esencia es diversa. En consonancia, no hay nada peor para una persona que tener que someter su idiosincrasia a la moral de la clase dominante con la que no comulga, cosa que le produce gran infelicidad, por miedo al castigo social y a veces hasta legal. En esta dialéctica de la dominación y el dominando se ha movido durante miles de años la humanidad. Bajo esta tremenda lacra, se han tenido que someter, desde la irrupción de la moral judeocristiana que homogeneizó todo hacia lo simple en occidente, personas que sienten una atracción natural sexual y afectiva, cosa que no es para nada perjudicial, hacia personas de su mismo sexo.
La gente corriente sana, a no ser que tengan una cierta minusvalía mental por exhibir una moral ultra conservadora, no está para preocuparse con quién siente afecto el otro ni cómo estimulan sus genitales que ya bastante tenemos con escapar del día a día de esta Gran Recesión del Siglo XXI que nos han obligado a vivir. La reforma del Código Civil que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo en igualdad de condiciones y garantías que las parejas heterosexuales, una reforma que aprobó el PSOE pero que se debe al pacto que mantenían en la primera legislatura de Zapatero con IU ya que aquel partido no tenía este tema en su programa electoral, vino a normalizar una situación que ya sabíamos: que el colectivo homosexual es minoritario pero no por ello deben tener menos derechos que otros que son mayoría. Lo que vino a hacer esta reforma de 2005, España se convirtió en el tercer país del mundo tras Holanda y Bélgica en legislar sobre este tema, fue dar visibilidad a los homosexuales en un proceso de normalización social que todos hemos acabado por aceptar como no puede ser de otra forma. Es rotundamente falso que como ahora las personas del mismo sexo se puedan casar haya más homosexuales o que ello fuera a significar el final de la familia tradicional como organizaciones católicas salieron a manifestar en la calle junto a la ultraderecha del PP con las manos manchadas de sangre, ahora sabemos también que de mierda por la corrupción, de los 191 muertos de Atocha por el terrorismo islamista. Consultando las herramientas que pone el Instituto Nacional de Estadística para todo el mundo en su página web obtenemos una cifra de 25.984 matrimonios entre personas del mismo sexo desde que arrancó la reforma en 2005 hasta 2012 que es hasta donde están cocinados los datos de este instituto. ¿Pueden 51.968 personas haciendo su vida tal y como la desean significar un peligro para la sociedad y la familia, tal y como la hemos conocido, en una población que cuenta con 47, 27 millones de habitantes a 31 de diciembre de 2012? En porcentajes, hablamos de un 0,10 por ciento de la población el que ha ejercido su derecho a casarse con otra persona de igual género en un país de una diversidad cultural y demográfica impresionante y en nada menos que siete años. El que vea un peligro en este 0,10 por ciento de la población sea efectivamente feliz es que no tiene otra cosa sino basura dentro de su cerebro y les recomiendo que se lo hagan mirar por un psiquiatra aunque seguramente su tara mental no tendrá cura.
Desgraciadamente las cosas en el planeta son más asimétricas de lo que uno piensa y estos días lo hemos podido constatar en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014. Rusia es un país donde se han promulgado recientemente leyes que discriminan a los homosexuales y existe una verdadera campaña de homofobia en uno de los mayores países del mundo que durante la dictadura soviética presumía de ser comunista. La campaña en contra de la discriminación homosexual en estos Juegos Olímpicos no se ha hecho esperar y ha habido palabras del propio Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, en un gesto valiente en contra de la discriminación de las personas por su orientación sexual. La misma Google, una de las empresas más importantes a día de hoy en el planeta pues indexa mejor que nadie el petroleo del siglo XXI que es la información, mantuvo en un página de inicio el 7 de febrero un Doodle con la bandera gay y un extracto de la Carta Olímpica en la que se exhorta a la no discriminación por ningún tipo de diferencias individuales en la práctica deportiva. En un mundo donde los homosexuales son perseguidos, incluso hasta mueren por su condición, en países como los árabes, muchas zonas de África, el este de Europa como Polonia y República Checa y reductos ultra conservadores en Sudamérica sería bueno que esas instancias comerciales como la FIFA y el Comité Olímpico miraran con más lupa a los países a los que da este tipo de eventos deportivos exigiendo que se garanticen los Derechos Humanos allí donde se vayan a celebrar y miren menos sus negocios.
Como he dicho más arriba, en España la normalización de la homosexualidad ha crecido de manera espectacular durante estos años y la visibilidad de este colectivo ha entrado sin trauma alguno en una sociedad que empieza a percibir que lo inmoral no es lo que la gente haga con su sexualidad sino lo que hacen con el dinero de todos los partidos políticos como el PP que desde su fundación por el franquista Fraga han estado robando de lo público ininterrumpidamente. Sin embargo, los derechos sociales que se han conquistado son completamente reversibles y como ciudadanos no debemos bajar la guardia y seguir luchando por ellos. El caso más claro es la reforma del ultraderechista Ruiz Gallardón para intervenir el útero de las mujeres y destruir por completo un derecho que tanto sufrimiento y sangre costó a las mujeres como es el aborto. Esta crisis económica ha sido la excusa perfecta de la ultraderecha que gobierna con las siglas PP para eliminar derechos que se tardaron décadas conquistar como los laborales, los sanitarios, los educativos y ahora van en contra de la libertar de expresión metiendo miedo a la gente con inmensas multas por manifestar su opinión en la calle.

Hace unas semanas escuchábamos a un completo salvaje como el Cardenal Fernando Sebastián Aguilar, nombrado a dedo por el Papa supuestamente progresista Jorge Mario Bergoglio que apesta a tufo mediático, diciendo que como su dolencia, la hipertensión, la homosexualidad puede ser curada como si la felicidad de una persona responsable que se entiende con otra igual de adulta, que no hace daño a nadie ni fuerza a nadie, pudiera ser curada. Antes de decir nada esa escoria clerical debería de hacerse mirar lo suyo con decenas de miles de víctimas de pederastia en todo el mundo, en Inglaterra e Irlanda las víctimas se cuentan hasta por cincuenta mil lo que deja ver que existía una trama organizada para la violación sistemática de menores, en la semana en que la ONU ha difundido un demoledor informe señalando que la curia mira para otro lado en estos casos y exigiendo que se entreguen a la justicia a los delincuentes de estos abusos y no se los oculte cambiándolos de diócesis. Estos mismo días hemos tenido noticia del caso del Párroco de Santa Coloma Ignasi Marquès que ha sido apartado de su cargos por abusar de tres hermanos a los que encerraba en su despacho para masturbarlos mientras debía estar dándoles catequesis que, como todos sabemos, el objeto de ésta es el de iniciar en la fe a los nuevos cristianos y no el de violar a niños inocentes.