18 marzo 2013

La Caixa de Canarias


Reconozco que si algo tengo desarrollado en extremo es el sentido de la vergüenza ajena cosa que el fin de semana del 9 de marzo de 2013 tuve que ejercitar con máximo pudor. En los medios de comunicación, sobre todo en los nacionales, se colaba la noticia de que en Tenerife en los cajeros de la antigua CajaCanarias se formaron grandes colas de madrugada porque se corrió el bulo por Whatsapp que dicha entidad regalaba dinero. En realidad lo que se estaba produciendo era una migración informática mal programada, han sido informáticos los que han pagado el pato del desaguisado cuando todo fue culpa de los directivos que ordenaron así el cambio, desde los servidores de la entidad liquidada hacia los de La Caixa. El resultado fue que los cajeros funcionaron en off dando lo máximo posible a cada tarjeta, que mucha gente hizo el gilipollas pensando que esas operaciones no se iban a anotar cuando por definición la palabra altruismo es incompatible con cualquier forma de banca, que los bingos y los bares esa madrugada se llenaron como antes de la crisis y que sociólogos y psicólogos tuvieron un buen caso de experimento real para comprobar hasta dónde puede llegar la estupidez humana.
No es que me parezca escandaloso que alguien se crea más listo que la banca universal que tan bien nos ha sabido engañar a todos y que siempre han obtenido beneficios privatizando las ganancias y socializando las pérdidas, en este sentido la banca al completo debería ser nacionalizada y declarada cierta parte de la deuda pública como deuda ilegítima que jamás habría de ser satisfecha, pero me da mucha tristeza pensar que, con todo lo que hemos padecido durante estos años, se pueda alguien todavía creer que un banco es capaz de perder miles y miles de euros en una noche sin consecuencia alguna. Nunca hablo en contra de la ciudadanía, para mí esta se merece todos los respetos pese al derecho inalienable de equivocarnos que tenemos, pero con este equipo humano, compuesto por una mezcla de ignorantes, caraduras y vividores del todo en uno, pocas cosas podemos hacer para llevar a cabo una suerte de revolución social necesaria que dé un vuelco a las cosas de una vez y para siempre. Como descarga de culpas hacia una parte de la sociedad es lógico pensar qué otra cosa no se puede esperar del más común de los ciudadanos cuando el mismísimo presidente del gobierno, Mariano Rajoy Brey, ha estado durante 20 años cobrando centenares de miles de euros en negro, procedente de donativos opacos de empresas que como Mercadona compraban así los favores, creyéndose más listo que nadie pero identificándose con ello como lo que es: una rata y un ser miserable que se esconde de la opinión pública como un cobarde dejando ver así que lo que ha hecho es un modelo a seguir y que, en efecto, es seguido por nuestra sociedad hasta la náusea. No seré yo quien dé lecciones de moral y ética como me han intentado dar a mi alguno que luego se descubrió que se metía por la nariz, literalmente, determinados recursos económicos de la empresa púbica en la que trabajaba pero, tristemente, este es el panorama general con el que nos encontramos.
La Caixa ha absorbido por completo a la antigua CajaCanarias y ya sólo es cuestión de unos pocos años que desaparezca lo poco que queda de ella: una marca en el cartel de sus oficinas y poco más incluyendo su obra social que, como todos sabemos, no son más que una manera simpática de blanquear dinero por parte de la banca. La entidad fue comprada a precio de saldo por el banco catalán, el lastre en el grupo de Banca Cívica de la Caja de Navarra había dejado a la entidad a niveles homólogos a los de Bankia, y sus nuevos dueños no se ha contado un pelo porque a las primeras horas de la unificación de las bases de datos han propuesto el despido de 350 trabajadores a pesar que la entidad sigue ganando dinero aunque muchos clientes estén abandonando la entidad ahora fusionada por los abusos que ésta está provocando ahora. Yo he conocido a nacionalistas canarios, gente que en las primeras épocas de la psicología hubieran sido diagnosticados como oligofrénicos, a los que he oído decir que prefieren que les explote un empresario canario que uno de origen godo porque en su ignorancia nacional socialista no se dan cuenta que el capital, que es lo que oprime a los seres humanos, no tiene puta bandera ni nacionalidad alguna. El caso es que esta nueva situación, las cajas en Canarias llevaban décadas dando a los canarios una suerte de identidad financiera propia, habrá que ver cómo actúa la burguesía caciquil chicharrera ahora que le han arrebatado su máquina particular de crear dinero y que muchos, con desdén, conocíamos como CajaCanallas. No olvidemos que detrás de los grandes pelotazos de este archipiélago ha estado siempre CajaCanarias y que el autopréstamo de cien millones de euros que se dieron los imputados de Las Teresitas, pedido por un testaferro de Ignacio González padre que no llegaba a los mil euros al mes en nómina, se gestó con la complicidad de la dirección de la caja y que ha significado un pelotazo, calificado de libro, digno de los anales de la historia financiera mundial.

A todas estas el problema no es que una pandilla de lumpen de barrio como muchos dirán haya intentado aprovecharse de una banca cicatera, inmoral y que supera con creces la usura sino la actitud que está detrás de todo esto. En sociedades carentes de toda ética y de un mínimo de sentido moral lo raro sería que un presidente del gobierno, y desde aquí señalo a todos los que ha tenido el sistema ceremonial democrático de haber amparado este tipo de actitudes cuando no de aprovecharse de ello también, que no metiera mano a la caja de lo púbico y que pudiera pasar, como ha hecho Rajoy, más de 20 años sin cuestionarse un solo día de si lo que hacía era ético ya que en su manera de pensar lo que hace le debe de parecer como lo normal. El problema es de carácter estructural ya que las corruptelas que a diario nos tropezamos son, más que la excepción, la regla general por la que funcionamos a diario. El gran salto en la condena generalizada de este tipo de actos que se ha dado desde 2010 ha sido el hecho que estemos en la mayor de las crisis económicas que hemos padecido en los últimos 70 años y la misma incertidumbre que nos trae este hecho, cada día está más claro que las cosas en el futuro van a ser distintas y peores, nos crea una especie de resentimiento que hace que socialmente este tipo de actitudes, que van desde la misma jefatura del estado misma algunos ayuntamientos de unos cuantos de miles de ciudadanos, se condenen ahora más por sentimientos de frustración, incluso de envidia, que de que se haga necesaria una justicia social y que las cosas se hagan de otra manera. Dudo que esta sociedad llegue en muchas generaciones a tener un mínimo carácter de decencia en torno a la necesidad de limpieza y transparencia de la gestión de lo público porque esa Res Publica, que todo ultraliberal denosta siempre que puede a pesar de basar su patrimonio en la gestión particular de ésta, nunca es mirada como un bien común necesario sino como una forma de servir a intereses completamente particulares y espurios.