19 enero 2009

El mundo que a Yauci le hubiera gustado



Conocí a Yauci Hernández Pacheco a principios de este siglo XXI a los pocos meses de que las Torres Gemelas cayeran y de que Bush jurara su venganza infinita al mundo árabe, y por ende al resto del planeta, con sus tormentas del desierto y su mirar hacia otra parte para que las entidades económicas trapichearan lo que quisieran y dejaran al mundo en una posición bastante jodida. Cuando eso un pequeño grupo de gente intentábamos sacar adelante un proyecto de organización social y él era uno de los entusiastas que colaboraban con su imaginación y presencia en todo ello. Luego vinieron tiempos en los que empezamos a vernos más distanciadamente aunque siempre teníamos unos minutos para que, básicamente, él contara sus batallas e historias en las que andaba metido. La última vez que lo vi fue el 12 de julio de 2008 en Icod de los Vinos en una manifestación contra el anillo insular de carreteras. En otro día me enteré que había muerto y no sé si me dejó más perplejo el hecho de los absurdo de cómo fue su muerte o de que sólo tuviera 27 años y mucha vida por delante para seguir contribuyendo con su buen hacer.
Yauci era uno de esos jóvenes que nacieron con el estatuto de autonomía y la democracia ceremonial al igual que Alberto Martín que defendió en el Parlamento de Canarias la ILP a favor de una moratoria turística por parte de Ben Magec y que nuestra sociedad no sólo no debe permitirse el lujo de prescindir de ellos sino que tiene la obligación de mimar. A diferencia de la generación de inútiles segundones que está en el poder no tienen mucho que perder porque son hijos de la precariedad laboral y social más absoluta y si este mundo no desaparece en las cenizas de sus propias contradicciones cuando tomen el relevo generacional tendrán mucho que decir porque hoy ya lo hacen cada vez que les dejan. Cuando alguien se va, esto es una actitud de distancia hacia la muerte porque esperamos que algún día hagan lo mismo con nosotros aunque no estemos para verlo, es normal que hasta del mayor hijo de mala madre se hable bien y se dejen de lado sus pecados y se maximicen sus cosas positivas aunque sólo hayan sido unas pocas. Yauci ha suscitado una opinión unánime entre todos los colectivos y personas que lo conocimos: era un tipo estupendo. Quizá demasiado y es que este mundo de mierda hay que tomárselo con las necesarias armas para que no nos acabe sobrepasando como a él le sucedió porque era una persona confiada por buena. Y es que buenas personas hay muchas, la mayoría de las ciudadanas y ciudadanos que contribuyen con su trabajo y esfuerzo a esta sociedad que no tendría sentido sin ellas y ellos, pero son escasos los individuos que además están concienciados y creen que otro tipo de mundo es posible.
Esta misma semana el Consejero de Favorecer Obras Públicas en Contra del medio Ambiente Domingo Berriel señalaba que después de que se descatalogara una especie protegida y en grave peligro de extinción como son los sebadales canarios el puerto de Granadilla tenía vía libre para, en 15 días, comenzar las obras. Puede pasar que éstas comiencen para dejarlas abandonadas con la construcción del dique y sin terminar el puerto porque ya el pelotazo de las empresas licitadas está en esta obra que se llevarán seguramente más de los 200 millones de euros que está presupuestada aunque el daño irreparable al entorno de Granadilla ya estará hecho. Si la justicia fuera eficaz, parte del poder judicial se permite el lujo de proponer una huelga por puro corporativismo, el puerto probablemente quedaría anulado de pleno derecho pero aquí los que se escudan en la administración para defender intereses particulares juegan no sólo con las cartas marcadas sino con una terrible política de hechos consumados que va en contra de la mayoría. En las islas los concursos públicos se amañan como buenamente se puede y recientes casos son los de la TDT en la mayoría de las demarcaciones del archipiélago y el concurso eólico en Lanzarote dejan el listón de corrupción muy alto y una hipoteca económica a los ciudadanos muy grande que algún día tendremos que pagar con nuestros impuestos como lo haremos con los desmanes de la Playa de las Teresitas, las extracciones de Tebeto, la Montaña de Tindaya, los fondos perdidos del Icfem o la expropiación ilegal del Parlamento de Canarias. Mientras tanto nuestras islas se llenan de asfalto con carreteras innecesarias porque el transporte público no es un negocio redondo o lo es sólo con tranvías, se planifican trenes que no llevan a ninguna parte, se hunde la agricultura como medio de vida sostenible, se hacen puertos y pistas de aeropuertos innecesarias en una economía montada para la especulación y el saqueo de lo público por manos privadas que encima no pagan impuestos sino que lo blanquean con la RIC. Este entorno puede suceder y está seguramente muy cercano para muchos de nosotros y nosotras pero Yauci ya no estará ahí para verlo ni para luchar porque otro distinto sea posible.

Cuando alguien como Yauci muere lo hace una parte de nuestras ilusiones y de la posibilidad de un cambio más o menos radical logre que las cosas que ahora están muy negras se vean más claras o hasta grises en un futuro cercano. Por eso los que por aquí quedamos no nos queda otra que, para honrar su memoria, seguir en la lucha como hasta ahora porque a pesar de que una pequeña parte de la sociedad ha despertado y no se creen las folías y los engaños de los que gobiernan todavía hay mucho que construir en entre la ciudadanía permanentemente aplatanada y dormida. Y porque Yauci nos va a hacer falta estos años vamos a tener que buscar jóvenes que crean en un mundo mejor para que, como nosotros que nos quedamos aquí por un tiempo ya lo hemos hecho, aprendamos de su ejemplo. ¡Adiós compañero!

Canarias 24 Horas, 19 de enero de 2009.