26 enero 2009

Las cloacas del estado


Aunque a Baltasar Gracián no se le puede definir como contrario a las tesis de Nicolás de Maquiavelo suya es aquella expresión, muy oportuna siempre, de Razón de Estado Razón de Establo. Desde las cloacas del estado se han organizado y permitido barbaridades tales como el genocidio nazi sobre los judíos, el expansionismo sionista sobre los territorios de las tribus palestinas que tan fatales efectos ha tenido y cuyas últimas consecuencias hemos visto estas semanas en Gaza, el terrorismo de estado que tan presente estuvo en España con gobiernos de la UCD y el PSOE y como en muchos gobiernos occidentales o el imperialismo yanqui sobre el Sur de América, Asia y en estas últimas décadas en Oriente Próximo. En la coronación de Obama el 20 de enero, antes de los actos religiosos y de jurar sobre un libro viejo que dicen que era una biblia de Lincoln, hubo una imagen a todas luces inquietante. Me refiero a aquella en la que un enano político y mental como George W. Bush II cede el testigo de la Casa Blanca a un magnificado y mediatizado Barack Husein Obama para que el primero marchase hacia el exilio, con total impunidad y sin pedir responsabilidades de sus actos muchos de ellos de genocidio, a su racho de Texas para pasar los días que le quedan sin molestar mucho mientras que el otro hereda un aparato corrupto, y unos cuantos consejeros ultra liberales de Bush, con el lío jurídico de un limbo legal como Guantánamo incluido. Cuenta Michel Moore en Fahrenheit 9/11 que Bush dejó prácticamente en la ruina las empresas que tocó antes de ser presidente, una petrolera llamada Arbusto Energy o el equipo de beisbol Texas Rangers, y parece que ahora ha hecho lo mismo con la primera potencia mundial y por ende con el resto del planeta.
Mortadelo y Filemón son los personajes creados por el genial Francisco Ibáñez en 1957 y que por virtud de su autor han conseguido adaptar durante toda su vida de ficción la rancia organización, la cochambrosa agencia TIA, siempre a los tiempos que corren y a la actualidad más inmediata. Como si de un cómic de estos personajes se tratara estas semanas Francisco Mercado en El País ha desvelado una macarrónica trama organizada en la Comunidad de Madrid de espionaje, financiada con fondos públicos y compuesta por antiguos policías y guardias civiles, para vigilar a altos cargos del PP de sí mismos. Amenazas en despachos, espionajes, contraespionajes y dosieres han sido los elementos de esta trama que ni Santiago Segura hubiera supuesto tan bien para su personaje Torrente y que espero que le cueste a Esperanza Aguirre su carrera política. Da miedo pensar lo que esta gente de la ultraderecha del PP hubiera podido organizar si hubieran controlado el CNI aunque sólo fuera por superar a José María Aznar que mucho sabe de las cloacas de los estados aunque su amigo Bush se marchara del poder sin condecorarlo por haber organizado la Segunda Guerra de Irak aunque le haya dejado el ojete más ancho que su conciencia.
En medio de toda esta mierda estamos, y habremos de estar, los ciudadanos que aunque no haría falta recordar somos la pieza más importante de la sociedad que sostiene y financia todo este entramado. El instrumento que nos provee el estado y que se supone que es el necesario, aunque no suficiente, para combatir estas u otras cosas contrarias se supone que es la justicia. El caso es que ésta no funciona de manera adecuada aunque es a los ciudadanos a quienes más nos interesa que sea rápida y eficaz. Los grandes empresarios ven una ventaja en su lentitud porque mientras sea lenta muchas de sus iniciativas, que parten del más puro interés privado, acaban siendo política de hechos consumados aunque luego se vea que va contra el interés general. Un caso de libro de este tipo de cosas puede ser el puerto de Granadilla, si se llega a construir, que es a todas luces completamente ilegal como bien han manifestado esta semana desde Ben Magec a través de una denuncia conjunta con ATAN. Tampoco al poder político en general le interesa que la justicia funcione de manera adecuada porque cuántas decisiones arbitrarias y de mala gobernanza se podrían evitar si los cargos políticos tuvieran que responder de éstas con su patrimonio o con penas de privación de libertad. Por último a un sector muy importante de la judicatura y que son responsables en parte de que las cosas estén como estén, en España se da el extraño caso de que la justicia es de pena mientras ha habido grandes hitos jurídicos como el juicio del 11 M o la persecución de los crímenes contra la humanidad por parte de Baltasar Garzón, tampoco les interesa una justicia eficaz ya que mientras esto es así los sectores más rancios y conservadores de este entramado pueden hacer y deshacer a su voluntad. Una vez más somos los ciudadanos corrientes, somos mayoría aunque no lo parezca, los que más les interesa que la justicia funcione. Cuando reivindiquemos una mejora en la enseñanza o en la sanidad debemos de acordarnos que, indefectiblemente, la justicia debe también ser asemejada a estos servicios sociales básicos. Una justicia moderna del siglo XXI y no del XIX no sólo se logra informatizando cada rincón del último juzgado sino también haciendo un cambio radical de la organización. Caso paradigmático es que en Canarias diga la misma fiscalía que en mayor infractor medioambiental son las propias administraciones públicas que son las responsables de mantenerla funcionando.
El Madrid de Esperanza Aguirre 007 apesta, el Archipiélago Canario flota en un mar de basura, desde Washington se exporta odio y violencia para todo el planeta, el Estado de Israel trató de ser una solución a la discriminación de los judíos y se ha convertido en un problema para millones de personas de la zona, la Razón de Estado es, y será siempre, una Razón de Establo. La crisis económica, que ya está costando vidas en medio planeta y amenaza con desestabilizar gigantes industriales como China donde el cierre de fábricas está provocando emigraciones de trabajadores desde la ciudad hacia el campo, puede ser un revulsivo perfecto para que emerjan los poderes ciudadanos. No se trata de parchear el capitalismo para que las cosas vuelva a ser como eran antes de la crisis sino que hay que aprovechar toda esta crisis para superarlo si no por completo si de una manera importante. El siglo XXI puede ser un siglo más de opresión o puede que se inaugure una nueva era de la ciudadanía. En ello estaremos y de ello deberemos de ser parte activa.
Canarias 24 Horas, 26 de enero de 2009.