27 septiembre 2010

Hacia una nueva forma de hacer sindicalismo



Hacer una crítica a día de hoy de lo que la opinión pública llama los sindicatos refiriéndose casi exclusivamente a esos dos grupos de intereses meramente particulares como son CC OO y UGT es una labor muy complicada. Ya se ha encardado la derecha que está a la misma derecha del PP de hacer un discurso demagógico y reaccionario de toda la clase trabajadora en sí gracias a que los medios de confusión pública han dado a entender, con su pasividad por no ver más de lo hay, que CC OO y UGT son los sindicatos cuando esto es algo muy alejado de la realidad. Y quien dice la derechona dice también la fracasada social democracia encarnada en España en un partido ejecutor de las doctrinas más neoliberalmente duras como es el PSOE y que la falta de vergüenza no ha dejado a sus líderes eliminar las siglas socialista y obrero de su acrónimo. Estamos en uno de los peores momentos que se recuerda en tiempo mientras desde la clase trabajadora estamos pagando la maldita crisis del capitalismo con el desempleo, con la subida de impuestos, con el alargamiento de la edad de jubilación, con la merma de la calidad de los servicios públicos y con la falta de la dignidad democráticas pues nos hemos convertido en meras cifras que cada cuatro años emiten un voto ya que no tenemos unas vías más directas de hacer valer nuestros derechos que ser la parte del come y calla de una democracia con múltiples vicios, corrupta y enteramente ceremonial.
Para el día 29 de septiembre hay convocada una Huelga General por esas centrales señaladas más arriba, que dejaron de ser sindicatos en un momento indeterminados de las primeras legislaturas tras la Transición, donde el factor determinante de ésta se define por una constante: la mala gana. Es una Huelga General que llega muchos meses tarde, por no decir que años, contra un gobierno con el que tienen más puntos en común que cosas que les distancian en virtud de los millones de euros que éstas organizaciones han mamado de las arcas públicas, de los impuestos que millones de trabajadores pagan en última instancia, para que hagan lo que quieran y vivan untados en un mundo paralelo dando cursos que a veces ni se han realizado o actuando como mismas ETT a través de fundaciones, que podrán ser legales pero que son inmorales, con un objetivo único: sacar el jugo de la clase trabajadora de la que solo se acuerdan cuando ven en peligro sus intereses particulares. Que una impresentable como Leire Pajín haya dicho durante la negociación de los servicios mínimos para el día 29 entre estos supuestos sindicatos y el gobierno que había una buena sintonía para pactarlos, como así ha sido, es una prueba más que de Comisiones y UGT sólo sueñan con una fecha: la del 30 de septiembre para olvidar todo esta huelga que nos les apetece hacer y buscar la manera de pactar la reforma de las pensiones con los sin vergüenzas del PSOE.
Si es de juzgado de guardia las relaciones que Comisiones Obreras y UGT mantienen con la clase trabajadora no es menos repúgnate la que mantienen estos organismos con los parados. Quien haya estado sin trabajo alguna vez sabe lo que esta gente pide por una simple consulta laboral: 30 euros mínimo. Y es que la existencia de parados para estas centrales es una fuente de ingresos saludable: les venden cursos que pagamos todos los contribuyentes o usan los recursos de las listas de desempleados que les ofrecen los organismos públicos para lucrarse con ellos en una suerte de gestión de empleo que clama al cielo o cuando no hacen fundaciones, como la que hizo UGT en Canarias llamada Fundescan, en la que acaban enviando a la mierda a sus trabajadores que, en este caso concreto, llevan casi un año sin cobrar ni de UGT ni de INEM.
La situación actual de crisis merece una respuesta contundente de la sociedad y no las alternativas tímidas que plantean CC OO y UGT que son, en gran medida, los responsables de la situación actual de desprotección de los trabajadores, que de momento ha resultado el triunfo absolutos de las ideologías enmarcadas en torno al pensamiento único y que se han servido de la falsa izquierda vendida que representa la social democracia pero que tienen como verdadero objetivo enterrar las luchas sociales y a la clase trabajadora. En este tiempo hemos perdido mucho empezando por el concepto de clase social que, reformulado convenientemente a nuestra época, es básico no sólo para entender las necesidades de nuestra sociedad sino para caracterizarnos con contundencia ante las fuerzas que enmarcan la explotación laboral. Los buenos de Comisiones Obreras y UGT se ha encargado muy bien de que un trabajador medio, que lo que ha tenido estos años han sido deudas en un banco, se caractericen más bien como pequeños burgueses, renieguen de su clase social y se conviertan en una suerte de chivatas que votan al PP y que han perdido lo más importante que pueden tener: su consciencia de pertenecer a la clase social más importante de la sociedad.
El cabreo de un gran número de trabajadores concienciados con CC OO y UGT está realmente justificado: con lo complicado que se ha hecho llegar a fin de mes a ver quién es el que se atreve a dar un día de su salario, ya de por sí precario, con los costes que esto tiene en Seguridad Social y pagas prorrateadas a unos impresentables que actúan mal, tarde y por interés particular y nunca por el de todos los trabajadores. Y es que de verdad hay que tener un estómago de hierro no sólo para secundar una huelga como la de este 29 de septiembre sino la de compartir una protesta en la calle con esta rémora de sin vergüenzas.
Aún así el sindicalismo es una de las vías más importantes que tiene la clase trabajadora para defender sus intereses en contra del desarrollo del pensamiento liberal que, esta vez, ha venido para quedarse con mucha más fuerza entre nosotros. Ya lo decía un medio de comunicación importante este fin de semana: los sindicatos de trabajadores son la mayor organización de personas de la Unión Europea y cuenta hasta con 60 millones de trabajadores en todo el territorio comunitario. Quizá el hecho de que éstos funcionen realmente, y no de que se hayan convertido en una parte importante del sistema como ha ocurrido en España, es que se alejen de determinados oficialismos y que sean los mismos trabajadores los que lo financien de manera directa. Lo que sí está claro es que la dualidad actual representada por CC OO y UGT no sólo ha demostrado su fracaso sino que cualquier cosa que se quiera hacer en el futuro entre los trabajadores se deberá de alejar de ellos para siempre de una manera completamente irreconciliable.


Canarias 24 Horas, 27 de septiembre de 2010.