Entre la pequeña palmera de la izquierda y la casa azul de la derecha se vislumbra un antiguo molino de agua probablemente emplazado en 1510 pudriéndose ente la maleza y los escombros. |
Sin
duda uno de los barrios más interesantes de La Laguna, también más
despreciados por su élite, es el barrio de La Verdellada sobre todo
la parte vieja que se constituye en la margen izquierda del barranco
de La Carnicería en el sentido de bajada hacia Santa Cruz. Este
barranco, de un valor etnográfico e histórico increíble, significó
sin lugar a dudas una de las principales vías del florecimiento de
la ciudad en los siglos XVI y XVII por existir un torrente de agua
más o menos constante, una fábrica de cal que podría ser la
primera industria de la isla y varios molinos de agua cuya concesión
data de 1510 y que significaron una gran audacia del ingenio humano
para aprovechar las aguas y moler granos con los que alimentar a la
población. Del siglo XXI, sin embargo, data el sueldito
que Ana Oramas le puso a Jonathan Domínguez que a principios de esta
era lideraba una Asociación de Vecinos combativa hacia el
ayuntamiento que ha acabado en la exclusiva órbita y sumisión a CC.
Gracias a ello este barrio se ha llevado muchísima inversión del
consistorio lagunero pero, como siempre en estos casos que cuando
gana uno reparte con todos, de manera especulativa, no real y
atendiendo determinadas demandas privadas antes que a valores
públicos.
Esto
es una opinión personal pero pudiera ser que el hecho de que esta
ciudad haya vivido tantos años de espaldas a su barranco es por un
cierto desprecio de carácter sociológico: durante mucho tiempo los
barrancos canarios eran lugares donde acababan los más marginados de
la sociedad y si nos damos cuenta en este de La Verdellada, el
barranco de Araguy según un vocablo prehispánico, las viviendas de
autoconstrucción se extienden por su cauce algunas integrándose
hasta bien con el paisaje pues después de tantos años han acabado
regularizadas cuando en principio fue un fenómeno de chabolismo. De
pequeños nuestros abuelos nos decían bromeando que nos habían
encontrado en el barranco y todavía es algo hasta tristemente
lógico
entre nuestra población el ir al barranco a librarse de enseres a
pesar de
que
los ayuntamientos estas últimas décadas han hecho un importante
esfuerzo para la recogida de todo tipo de trastos
en nuestras ciudades. En este sentido los canarios siempre hemos sido
los mayores enemigos de nuestra tierra.
El
lagunero medio que representa a la élite que siempre ha estado
cercana a los que ejercen el poder y que vive en el Casco Histórico
y alrededores es un ser engreído, lengüín, con propensión a ser
chusma y muy mala gente que sin duda ha contribuido a la mala
percepción del barranco y de este barrio que a finales de los
sesenta tuvo una expansión hacia Barrio Nuevo con viviendas sociales
a las que Jonathan Dominguez ha contribuido ahora
a revalorizar poniéndoles con dinero de todos ascensores e
invadiendo
espacios públicos para ello. El caso es que La Laguna ha vivido de
espaldas al Barranco de Aranguy que tiene unos valores ambientales,
etnográficos, arqueológicos y sociales como pocos lugares en la
ciudad de La Laguna tienen y podrán tener nunca. Pese a todo ello
este enclave ha conseguido preservar algunos de sus valores cosa que
no está de más ahora empezar a reivindicar de una vez por todas.
Desde
hace tiempo se viene proyectando en La Laguna la recuperación
ambiental del barranco a su paso por La Verdellada y fruto de esto
fue la rehabilitación del molino de agua que está frente a los
bloques de viviendas que ha consistido en desenterrar la base de
dicha infraestructura, limpiar la zona, iluminar el molino y hacer
unos pequeños miradores a éste desde las dos márgenes del
barranco. El proyecto parece que es más ambicioso pero choca de
lleno con la mala gana del equipo de gobierno formado por CC y los
vendidos del PSOE que cuando eran oposición hacían campaña en la zona, suplicando
los miserables votos de los vecinos, prometiendo cosas que sabían que jamás se iban a cumplir porque la zona, insisto que posee uno de los
valores etnográficos más altos de todo el municipio, va a seguir
completamente olvidada
y marginada porque los que nos gobiernan son unos cortoplacistas
irremediables, no ven las cosas más allá del horizonte de los
cuatro años, y unos miserables desde el punto de vista político. En
este sentido, el actual equipo de gobierno es heredero
de la mala gobernanza que ha existido siempre en el municipio y que
ha consistido en mantener unos barrios depauperados mientras toda la
política del
gobierno se centraba
en mantener la fachada del centro histórico impidiendo la expansión
de éstos pues desde el punto de vista municipal han
sido tratados en clave de zonas dormitorio.
Detalle del molino de agua olvidado a su suerte en una ciudad que presumen de ser Patrimonio de la Humanidad y la capital cultural del archipiélago. |
En
el barrio de El Timple, a decenas de metros del Parque
Temático Patrimonio de la Humanidad
que CC ha montado en la última década y cuyo éxito hay que
reconocer pues al principio nadie daba un duro por este lugar, hay
uno de los molinos de agua cuyo enclave sería prácticamente el
mismo desde casi la fundación de la ciudad, que se pudre entre la
maleza y que ha sido afectado
por una vivienda de autocostrucción. La empresa que gestiona el
Casco Histórico, Arquitectura,
Urbanismo y Cooperación,
que es la que se está llevando el gran pelotazo de la gestión de
este espacio público, en muchos sentidos hasta privatizándolo, sólo
le interesa lo que huela
a
patrimonio desde el punto de vista de la fachada de los edificios
emblemáticos que son los que dan una imagen más fácilmente
comercializable mientras desprecia todo aquello que tiene que ver con
lo etnográfico y
la antropología social.
Este tipo de patrimonio es menos
comercial
y necesita de una explicación y
estudio
más elaborado
y profundo
para que llegue al gran público y esto significa gastar más
recursos que no van a dar beneficios a la empresa privada que
gestiona el patrimonio de todos los laguneros de una manera
degradada, infantil e ideologizada.
Sin
duda otra laguna es posible pero no con estas instituciones
emponzoñadas por décadas de corrupción estructural que han
alimentado a una casta de políticos segundones, mediocres e
incapaces de una visión más global que busque el provecho general y
no el particular y por el que nos han sometido a la mayoría de los
ciudadanos a una
absoluta falta de horizonte y
sin perspectiva alguna en una sociedad que debería
estar orientada al cambio permanente que
es el estilo de vida que se avecina.