07 abril 2014

La Verdellada, sus valores etnográficos y el desprecio municipal

Entre la pequeña palmera de la izquierda y la casa azul de la derecha se vislumbra un antiguo molino de agua probablemente emplazado en 1510 pudriéndose ente la maleza y los escombros.

Sin duda uno de los barrios más interesantes de La Laguna, también más despreciados por su élite, es el barrio de La Verdellada sobre todo la parte vieja que se constituye en la margen izquierda del barranco de La Carnicería en el sentido de bajada hacia Santa Cruz. Este barranco, de un valor etnográfico e histórico increíble, significó sin lugar a dudas una de las principales vías del florecimiento de la ciudad en los siglos XVI y XVII por existir un torrente de agua más o menos constante, una fábrica de cal que podría ser la primera industria de la isla y varios molinos de agua cuya concesión data de 1510 y que significaron una gran audacia del ingenio humano para aprovechar las aguas y moler granos con los que alimentar a la población. Del siglo XXI, sin embargo, data el sueldito que Ana Oramas le puso a Jonathan Domínguez que a principios de esta era lideraba una Asociación de Vecinos combativa hacia el ayuntamiento que ha acabado en la exclusiva órbita y sumisión a CC. Gracias a ello este barrio se ha llevado muchísima inversión del consistorio lagunero pero, como siempre en estos casos que cuando gana uno reparte con todos, de manera especulativa, no real y atendiendo determinadas demandas privadas antes que a valores públicos.
Esto es una opinión personal pero pudiera ser que el hecho de que esta ciudad haya vivido tantos años de espaldas a su barranco es por un cierto desprecio de carácter sociológico: durante mucho tiempo los barrancos canarios eran lugares donde acababan los más marginados de la sociedad y si nos damos cuenta en este de La Verdellada, el barranco de Araguy según un vocablo prehispánico, las viviendas de autoconstrucción se extienden por su cauce algunas integrándose hasta bien con el paisaje pues después de tantos años han acabado regularizadas cuando en principio fue un fenómeno de chabolismo. De pequeños nuestros abuelos nos decían bromeando que nos habían encontrado en el barranco y todavía es algo hasta tristemente lógico entre nuestra población el ir al barranco a librarse de enseres a pesar de que los ayuntamientos estas últimas décadas han hecho un importante esfuerzo para la recogida de todo tipo de trastos en nuestras ciudades. En este sentido los canarios siempre hemos sido los mayores enemigos de nuestra tierra.
El lagunero medio que representa a la élite que siempre ha estado cercana a los que ejercen el poder y que vive en el Casco Histórico y alrededores es un ser engreído, lengüín, con propensión a ser chusma y muy mala gente que sin duda ha contribuido a la mala percepción del barranco y de este barrio que a finales de los sesenta tuvo una expansión hacia Barrio Nuevo con viviendas sociales a las que Jonathan Dominguez ha contribuido ahora a revalorizar poniéndoles con dinero de todos ascensores e invadiendo espacios públicos para ello. El caso es que La Laguna ha vivido de espaldas al Barranco de Aranguy que tiene unos valores ambientales, etnográficos, arqueológicos y sociales como pocos lugares en la ciudad de La Laguna tienen y podrán tener nunca. Pese a todo ello este enclave ha conseguido preservar algunos de sus valores cosa que no está de más ahora empezar a reivindicar de una vez por todas.
Desde hace tiempo se viene proyectando en La Laguna la recuperación ambiental del barranco a su paso por La Verdellada y fruto de esto fue la rehabilitación del molino de agua que está frente a los bloques de viviendas que ha consistido en desenterrar la base de dicha infraestructura, limpiar la zona, iluminar el molino y hacer unos pequeños miradores a éste desde las dos márgenes del barranco. El proyecto parece que es más ambicioso pero choca de lleno con la mala gana del equipo de gobierno formado por CC y los vendidos del PSOE que cuando eran oposición hacían campaña en la zona, suplicando los miserables votos de los vecinos, prometiendo cosas que sabían que jamás se iban a cumplir porque la zona, insisto que posee uno de los valores etnográficos más altos de todo el municipio, va a seguir completamente olvidada y marginada porque los que nos gobiernan son unos cortoplacistas irremediables, no ven las cosas más allá del horizonte de los cuatro años, y unos miserables desde el punto de vista político. En este sentido, el actual equipo de gobierno es heredero de la mala gobernanza que ha existido siempre en el municipio y que ha consistido en mantener unos barrios depauperados mientras toda la política del gobierno se centraba en mantener la fachada del centro histórico impidiendo la expansión de éstos pues desde el punto de vista municipal han sido tratados en clave de zonas dormitorio.
Detalle del molino de agua olvidado a su suerte en una ciudad que presumen de ser Patrimonio de la Humanidad y la capital cultural del archipiélago.

En el barrio de El Timple, a decenas de metros del Parque Temático Patrimonio de la Humanidad que CC ha montado en la última década y cuyo éxito hay que reconocer pues al principio nadie daba un duro por este lugar, hay uno de los molinos de agua cuyo enclave sería prácticamente el mismo desde casi la fundación de la ciudad, que se pudre entre la maleza y que ha sido afectado por una vivienda de autocostrucción. La empresa que gestiona el Casco Histórico, Arquitectura, Urbanismo y Cooperación, que es la que se está llevando el gran pelotazo de la gestión de este espacio público, en muchos sentidos hasta privatizándolo, sólo le interesa lo que huela a patrimonio desde el punto de vista de la fachada de los edificios emblemáticos que son los que dan una imagen más fácilmente comercializable mientras desprecia todo aquello que tiene que ver con lo etnográfico y la antropología social. Este tipo de patrimonio es menos comercial y necesita de una explicación y estudio más elaborado y profundo para que llegue al gran público y esto significa gastar más recursos que no van a dar beneficios a la empresa privada que gestiona el patrimonio de todos los laguneros de una manera degradada, infantil e ideologizada.

Sin duda otra laguna es posible pero no con estas instituciones emponzoñadas por décadas de corrupción estructural que han alimentado a una casta de políticos segundones, mediocres e incapaces de una visión más global que busque el provecho general y no el particular y por el que nos han sometido a la mayoría de los ciudadanos a una absoluta falta de horizonte y sin perspectiva alguna en una sociedad que debería estar orientada al cambio permanente que es el estilo de vida que se avecina.