20 diciembre 2006

Símbolos franquistas y reparación de la Memoria Hístórica





Una deuda pendiente hacia centenares de miles de personas, y hacia sus descendientes, de la actual democracia española es con las víctimas que fueron asesinadas, represaliadas o que tuvieron que exiliarse del país con la llegada de la dictadura del fascista general Franco. Después de su muerte, acaecida en una cama en 1975 y a cuyos funerales acudió otro nazi genocida llamado Augusto Pinochet que también murió en un lugar así tres décadas después, hubo un sucio aunque hasta cierto punto entendible pacto de silencio sobre todo aquello y se refundó una democracia, con un rey devuelto al trono por el dictador, que si bien ha sido generosa para que la normalización económica acercara el país al modelo hegemónico occidental no ha sido nada justo con todas aquellas personas que sufrieron la represión franquista o que, de alguna manera, aún la sufren o que son sus descendientes.
Muchos nos alegramos que el 14 de marzo de 2004 sucediera no que el PSOE ganara las elecciones sino que el PP las perdiera. En muchos sentidos a los más mayores la situación del último gobierno del fantoche de Aznar les estaba ya recordando a la dictadura de su ideólogo Francisco Franco. Este otro miserable se sumó al carro de los genocidas e inició una guerra terrible contra el pueblo de Irak junto a sus amigos de foto de las Azores Tony Blair y George Bush. Aunque el talante del PSOE estos dos años y medio ha sido de agradecer una cosa que se ha echado en falta, se echa en realidad a todas las formaciones que confluyen en la llamada socialdemocracia, es que se hagan auténticas políticas revolucionarias de izquierda. En esta legislatura hemos asistido a la ley de igualdad, a la de los matrimonios del mismo sexo, a la de la violencia doméstica, a la de las personas dependientes o la ley de la Memoria Histórica como intentos de parecer que se hacen políticas de izquierda a un partido que, ya de una vez, debería de declararse de derechas porque, a pesar de ciertas inclinaciones sociales, esa es la política que hacen. Todas estas leyes, de una manera u otra, adolecen de un respaldo muy importante: el de la dotación presupuestaria real para que sean verdaderamente sociales y justas y no se queden en papel mojado. Además a la ley que se está preparando de la Memoria Histórica habría que dotarla de auténtico contenido para que no se quede en una mera colección de buenos rollitos para decir que 31 años después de la muerte del dictador se hizo algo para recuperar la memoria de las víctimas represaliadas. Una ley que no revise las sentencias del franquismo, con penas de muerte, anulación de derechos y expropiación de bienes, es una ley que no sólo nace muerta sino que se burla y escupe a la cara a los millones de personas que tuvieron que sufrir hasta con su vida la represión de los vencedores de la Guerra Civil Española que más bien se tendría que llamar Revolución Española. Allí, sin duda, confluyó la mejor generación que ha existido nunca en este conjunto de intereses que se ha dado en llamar España.
Tres décadas largas después no han desaparecido los símbolos franquistas de nuestras vidas. Las imágenes de más arriba fueron tomadas una tarde noche de domingo en Santa Cruz de Tenerife. En esa ciudad, aún, no sólo se conserva una estatua en homenaje al dictador sino que su calle principal, sus ramblas, llevan su nombre. En este tiempo ningún alcalde que ha tenido, cuento de memoria tres, se ha molestado en hacer lo mínimo para que esto deje de ser así. La explicación es clara: en Canarias jamás ha existido una forma real de funcionamiento democrático sino que las mismas estructuras de poder del fascismo se adaptaron y se llenaron de intolerancia, caciques y formas de gobernar corruptas y autoritarias. No es inocente, por tanto, que la última foto de la colección sea el de una placa que está a la entrada de un puente de la Capital Tinerfeña que homenajea la restauración de dicha infraestructura por parte de Miguel Zerolo. Este caudillito de Santa Cruz, este alcalde que afirma ser el gobernante de cualquier ciudad más honrado y honorable que se haya conocido nunca en la faz de la tierra, lleva 30 años -treinta- metido en política chupando cargos públicos. Franco fue gobernante de una dictadura durante 39. Por su vanidad y su despotismo este triste personaje pretende pasar a la historia, para quitarse la mierda que lo salpica desde San Andrés hasta Las Teresitas, como el defensor de la honra chicha frente al agresor canarión porque su partido parte del triste silogismo que hacer que un alcalde responda ante la justicia por posibles delitos de cohecho es hacer un ataque a la tierra tinerfeña y a todos y cada uno de lo que viven en esta isla. Faemino y Cansado tienen un término clarificador que me gusta utilizar para este tipo de personajes: payasos.