Quizá ninguna noche del año sea tan agitada como la del cinco de enero víspera de la festividad de reyes. Ese día los empresarios de grandes, medianos y pequeños almacenes se frotan las manos porque esperan haber vendido en las navidades más que nunca, los pies y los nervios de los dependientes y dependientas se ponen al límite y todos somos capaces de llegar a comprar mierda en bote si el envoltorio es atractivo y la presentación buena. Este año de 2008 me dio por bajar a Santa Cruz de Tenerife esa noche de reyes, más por esnobismo que por necesidad, y este es más o menos un relato de aquellas horas.
Llegando a la parada de guaguas de Cruz de Piedra, la única casi en La Laguna que tiene pantalla informativa del tiempo que falta para la llegada de las distintas líneas, decidí coger la número 14 porque según la estimación de llegada de la directa, la línea 15, era de 20 minutos. La fluidez de esa guagua al comienzo de la noche era muy buena porque el tráfico no estaba en la carretera vieja a Santa Cruz sino en los centros y ejes comerciales y no encontramos mucho tráfico. Sin embargo cuando llega esta línea a la zona del Camino del Hierro, justo por donde entra el tranvía a Santa Cruz, la guagua se desvía del centro para llegar al Intercambiador y casi parece como que regresa a La Laguna y acaban entrando por una vía paralela a la autopista. Ya en pleno Santa Cruz me di cuenta que los tranvías funcionaban de una manera extraña. Desde el Intercambiador subían hasta la parada de Guimerá, hacían un cambio de sentido en un cambio de agujas que hay un poco más adelante y volvían hacia el Intercambiador con una frecuencia de diez minutos. Los que venían de La Laguna llegaban hasta la parada de La Paz, se giraban en el cambio de agujas que hay más abajo y volvían de nuevo para La Laguna. Esto sucedía así porque a la altura de la Plaza de Weyler estaba pasando la cabalgata de los reyes magos organizada por el ayuntamiento de Santa Cruz que interrumpía el servicio de tranvías ya que para alguna mente preclara que gobierna en la isla es más lógico interrumpir el servicio en un medio de transporte público completamente rígido como es el tranvía que hacer la cabalgata por otro sitio.
Las obras del tranvía de Santa Cruz a La Laguna supusieron dos años largos de obras que llegaron a acabar con la paciencia de miles y miles de ciudadanos y cuyo coste no llegaremos a saber nunca pero se estima que fue un gasto superior a los 330 millones de euros. Y ya sabemos que este no es un gasto cerrado ya que la línea dos de La Cuesta a Taco se ha presupuestado, en principio, en más de cien millones y estos días se está hablando de prolongar cada vehículo del tranvía con un nuevo vagón de 10 metros, pasarían de tener 30 a tener 40 de longitud, para aumentar la capacidad de viajeros con un coste de 950 mil euros por cada uno de los nuevos 26 vagones que se pretenden instalar con lo que el coste llegaría casi a los 25 millones sólo en reformar lo que se supone que ya estaba hecho. Interrumpir en esa noche clave un medio de transporte que a todos los canarios nos ha salido tan caro no sólo es una falta de vergüenza sino un acto que debería estar tipificado como delito. A este paso vemos que la solución a los problemas del tráfico en el área metropolitana de Tenerife no es el tranvía sino todo lo contrario ya que se está erigiendo en una máquina de despilfarro del Cabildo de Tenerife que apuesta por este transporte y margina a la guagua. Con 25 millones, también con el presupuesto de la línea dos, no sólo se pueden acondicionar nuestras calles para que haya carriles bus exclusivos sino dotar al sistema de transportes de toda la isla de más y mejores guaguas.
Para subir a La Laguna esa noche tuve que coger el tranvía de las doce y cuarto porque la línea 15 ya no funcionaba y la 14 había pasado completamente llena y se había reducido la frecuencia notablemente. Según el panel electrónico el siguiente tranvía, el de las y media, era el último. El caso es que ya desde la parada del Intercambiador el tranvía estaba completamente lleno y durante todo el recorrido del centro de Santa Cruz, hasta la parada de Cruz del Señor, había cientos de personas esperando en las paradas que se tuvieron que quedar en tierra. Una amiga que se bajo como pudo en La Paz me contó que agentes de seguridad privados estaban controlando a la gente y en Guimerá hubo un conato de pelea entre personas que quería entrar y viajeros que no los dejaban. Desde que salió el tranvía del área urbana de Santa Cruz, esto lo tengo que reconocer, el trayecto fue muy cómodo y tranquilo aunque grupos de gente se jactaban cuando había llegado a sus paradas que habían viajado sin pagar.
Con el transporte público sólo pueden haber dos actitudes: o se cree en él o no se cree. Está claro que nuestros políticos, los que en los ayuntamientos y en el Cabildo de Tenerife deciden sobre estas cuestiones, no creen para nada en el transporte colectivo. Si hubieran querido solucionar el problema del transporte en toda la isla lo hubieran hecho hace años invirtiendo en vías prioritarias para guaguas. Y es que lo peor no está sólo en el área metropolitana sino todo lo contrario pues aquí es donde está mejor. Para ir a una población como Güímar, que está a casi 30 kilómetros de Santa Cruz, hay que esperar frecuencias de paso de guaguas que llegan casi hasta las dos horas o más a determinada hora del día. Pudiera ser que los políticos no creen en las guaguas como alternativa moderna, flexible y dinámica para nuestro archipiélago porque debe ser que el gasto en un tranvía genera comisiones opacas. La noche de reyes en el área metropolitana fue una noche de los coches privados pero esto no es algo exclusivo de este día ya que el transporte privado es el que prima en la isla. Muy de determinado tipo de joven es pensar que si van en guagua es porque no se tiene coche cosa que se arreglará con el primer sueldo del primer trabajo precario que consigan. En un área como la metropolitana de Tenerife nadie, salvo las lógicas excepciones que se quieran argumentar, debería de necesitar usar el coche privado sino el transporte público. Para ello las guaguas deberían ser prioritarias, universales, de titularidad pública y totalmente gratuitas para todos los viajeros. En un archipiélago como Canarias los transportes públicos por tierra deberían ser algo básico para los ayuntamientos como lo son las conducciones de agua, la recogida de basuras, el alcantarillado, la red viaria o el alumbrado público. Claro está que este tipo de cosas no se dan sino con políticos que crean en la entidad que gobiernan y no en los intereses empresariales que representan. Y mientras nuestros gobernantes sigan por nuestro consentimiento en sus poltronas esto va a seguir así mucho tiempo más.
Canarias 24 Horas, 14 de enero de 2008.