02 diciembre 2013

Memorias políticas de Planeta

Foto cedida por David Gaspar
Mientras el negocio de libro impreso se hunde a pasos agigantados y deja de tener la notable influencia social que antaño tuvo la Editorial Planeta invierte a fondo perdido millones de euros en editar libros que apenas se van a vender de personajes tan grises y cuestionables como Pedro Solbes, José María Aznar, Felipe González o un completo miserable como José Luis Rodríguez Zapatero que en su último libro publica la famosa carta del BCE que conminaba a España a empezar la actual senda de recortes y que en su día negó al Parlamento. A Planeta le da igual el signo político del personaje en cuestión y tira a izquierda o derecha, el lector sabe perfectamente que el PSOE es derecha siempre sobre todo cuando está en el poder pero empleo la terminología al uso, y lo importante es ganar influencia con la publicación de este tipo de libros y, en el caso de sus últimos lanzamientos, es una manera de pagar los servicios prestados pasando un suculento cheque a Solbes o Zapatero. La estrategia además es bastante simplona pero funciona: echarlos a pelear en los medios de comunicación que controla y en los que paga para hacer creer que hay un debate social entre estos dos impresentables cuando en realidad éstos deberían estar pagando penalmente por el abismo al que nos han encaminado. En 2004 tanto Solbes como Zapatero podían haber enfriado la economía dirigiéndola hacia otro lado del que la encaminaron a finales del siglo pasado Aznar y Rato con su nefasta ley del suelo pero prefirieron meternos de lleno en la burbuja que tan ricos hizo a muchas empresas empezando por la que publica ahora estos libros, la Editorial Planeta.
El género de las memorias políticas ha sido cultivado por esta editorial a niveles insuperables sin duda influidos por la forma de hacer libros del fundador de esta editorial, José Manuel Lara, viejo beneficiado por el franquismo y cuyo teléfono siempre estaba en las agendas de los ministros del dictador pues sabemos que era buen amigo de un falangista como Manuel Fraga. En estos años hemos visto más libros que los mencionados más arriba, y cito de memoria, sino también de un inepto como Mariano Rajoy, Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Alfonso Guerra, un multimillonario sospechoso como José Bono, un populista como Miguel Ángel Revilla y la falangista Rosa Díez al poco de sacar su escaño de diputada con su partido de ultraderecha UpyD. Alfonso Guerra y Santiago Carrillo pueden ser muy discutibles pero no se les puede quitar la capacidad intelectual de haber escrito un libro o lo que sea pero de todos los demás ésta es más que discutible. Sin duda una de las profesiones menos gratas del mundo y que debe ser muy frustrante es la del Escritor Fantasma, o negro literario, aunque sin duda en el caso de estas memorias políticas parece que en determinados casos el trabajo está bastante bien pagado. No cualquiera puede hacerle los libros a un personaje tan siniestro como José María Aznar ni mucho menos presentárselo. Así hizo el traidor a la causa obrera, exdirigente de CC OO, José María Fidalgo que ya el 1 de Mayo de 2003 era agredido por un trabajador traicionado por este sindicato vertical de la antigua Sintel cuando en la manifestación se reía en la cara de todos los trabajadores a los que utilizó durante años para vivir mejor que nadie. El golpe, que sin legitimar la violencia sin duda muchos trabajadores pensaron que estaba más que justificado, debió de haber acabado por completo con las últimas neuronas de la vergüenza que a este señor le quedaban dañando irreparablemente su cerebro.
En un país como este donde se ha despilfarrado de lo público de manera corrupta y delictiva, en Canarias, Valencia, Madrid o Andalucía los partidos que allí han gobernado han constituido sus entramados corruptos muchas veces para financiar el partido o simplemente para robar, contrasta el celo que tienen las empresa privadas, que en la burbuja ganaron muchísimo dinero, para mantener saneadas sus cuentas privadas a costa de explotar a los trabajadores, evadir impuestos o hasta de exprimir a lo púbico para su beneficio particular. Que la Editorial Planeta pague cifras millonarias para editar unos libros que, en el fondo, apenas se compra y nadie con un poco de sentido de la estética pasaría horas leyendo y que pronto pasan al olvido tiene el objetivo claro de marcar su territorio. La editorial catalana aprovecha así para estar a bien con todos los que en algún momento pueden tocar el poder pagando suculentas sumas de dinero por pura paja y, al mismo tiempo, ganar en influencia política que tan bien le resulta a su concentración de medios, de las mayores en habla castellana, en un momento dado.

Donde huela a dinero allí estará el Grupo Planeta sin importarle editar periódicos catalanistas como Avui o fascistas como La Razón, mantener, de momento, la línea progresista de La Sexta al mismo tiempo que Antena 3 tiende hacia la ultraderecha o tener en nómina a dos oligofrénicos aparentemente distintos, pero idénticos en muchos sentidos, como son Aznar y Zapatero. De la casta de políticos profesionales que hemos sufrido en todos los años de democracia ceremonial hay pocos que se salven, no hay sino ver cómo el patrimonio de muchos ha experimentado un incremento poco justificable y si le sucediera a cualquiera de nosotros nos caería una inspección de hacienda que, como bien sabemos por el condenado Carlos Fabra, a cualquiera nos pueden encontrar una irregularidad. Para estos mediocres segundones que se han dedicado a la política durante años, y que a la vista de lo que están sucediendo han arruinado el país durante muchos años, siempre hay al final de su trayectoria política un cheque de Planeta que esta editorial les dará con gusto, pese a no tener nada válido que decir, en pago a los servicios prestados.