Los
que no medimos nuestra existencia con la vara de la vida eterna, los
que no creemos ni en cielo ni en infierno sino en un mundo que ya es
más lo segundo y luchamos para que sea lo primero y los que pensamos
que la justicia se debe impartir aquí y no en un más allá del que
nadie ha vuelto para decirnos cómo es aquel nos suele costar mucho
más perder a un ser por el que sentimos afecto que otros que creen
en todas estas cosas porque es difícil hallar el consuelo de los que
tienen alguna fe. Sobre todo después de enterarnos que Héctor
Vargas, el poeta más sensible que muchos jamás conoceremos y al que
yo personalmente jamás le vi un mal gesto en todas las veces que
coincidimos especialmente en el Blues Bar, se haya ido de la misma
forma que los personajes de sus relatos o poemas lo hubieran hecho:
dejando huella. Esta no es tierra para gente de ideas soñadoras como
las suyas, Canarias es una tierra de mequetrefes, segundones y
enchufados que acaparan los puestos de mando en todos los sectores de
esta sociedad y malogra a gente de talento de la talla moral,
intelectual y humana de Héctor Vargas Ruiz que nacieron con una
sensibilidad fuera de lo común. El cariño con el que hacia las
cosas, sin embargo, no será olvidado en mucho tiempo pues me consta
que somos muchas las personas que por él sentimos afecto y que
haremos que pase mucho tiempo hasta que su recuerdo se haga olvido.
Esto es un consuelo no para él, que seguramente sea el que menos lo
necesite en estos momentos, sino para los que nos quedamos por aquí
un tiempo más con la pena de no verle más pero habiendo tenido el
placer de haberle conocido, de haber escuchado un poema suyo de sus
labios, de haberle podido saludar por la calle o en el 24 horas
comprando cervezas como fue la última vez que lo vi días antes de
que se fuera.
La
foto que ilustra esta despedida es de un fotógrafo o fotógrafa
desconocidos para mi que cogí de su perfil de Facebook. Sé que a él
no le molestaría y espero que a la persona que hizo la foto tampoco.
La imagen recoge la esencia de su persona y la forma con la que a
todos los que lo conocimos lo recordaremos siempre: alegre y haciendo
reír mostrando las paradojas de este mucho cabrón, como en el vídeo de aquí debajo. Siempre me he
preguntado qué pasará con los perfiles que todos tenemos en nuestra
vida digital cuando no estemos para atenderlos. Supongo que de los
servidores donde estén alojados será borrada la información algún
día pero antes de que esto ocurra con los suyos sucederá una cosa:
que sus buzones acabarán llenos hasta petar pues no queremos
acostumbrarnos a que se nos haya ido tan pronto. Este es el texto más
amargo que he escrito nunca en este blog pero tenía que hacerlo.
Adios, Héctor.