En
Canarias nos comemos el pulpo normalmente guisado solo en agua, con
papas arrugadas y aliñado con un chile picante, aceite y vinagre.
Verlo entero con sus ocho tentáculos, su cabeza ovalada y sus
ventosas que parecen ojos que te miran y te dicen no me comas
es una experiencia que jamás se podrá tener al comerse un pulpo
elaborado a la gallega troceado y flotando entre verduras. Ahora que
descubro que el pulpo es capaz de emitir sonidos me va a costar
comérmelo al estilo canario porque voy a pensar que en cualquier
momento se va a poner a gritar para que no lo haga.
Igual
me pasa con Ángel Acebes, se pueden escuchar sus declaraciones de
seguido o a fragmentos pero nunca se encontrará en ellas un atisbo
de verdad. Cuando se siente acosado porque los homosexuales se pueden
casar, porque el 11M está lleno de patrañas, porque hasta su
gobierno negoció con ETA o porque la educación para la ciudadanía
es eso, educación para la ciudadanía y nada más, grita para que la
sociedad se fije en otras cosas que se van por las ramas y se pierda
el horizonte real de los que nos afecta a los ciudadanos. Aceptemos
Acebes como animal salvaje.