31 marzo 2008

La lentitud de la justicia

Que la justicia es lenta, que en muchos casos está anquilosada porque funciona con sistemas más propios del siglo XIX que del XXI y que todo esto hace que se lleguen a dar fallos graves que dejan en cuestión muchas veces la eficacia del sistema judicial ya lo sabíamos. El caso es que esta semana hemos visto que uno de estos errores le ha costado la vida a la pequeña Mari Luz Cortés en manos de un pederasta como Santiago del Valle que debería haber estado en la cárcel cumpliendo otras condenas firmes que tenía, una por el abuso a su propia hija, pero que nunca se ejecutaron debido a una cadena terrible de fallos judiciales que hicieron que el condenado siguiera en libertad. Y es que la primera cosa que nos viene a la mente, debido a la rabia y la impotencia que este tema causa, es que las condenas deben ser aumentadas para este tipo de casos cuando lo realmente sereno y necesario es que hay que exigir a los poderes públicos que este tipo de fallos no se den más. Sería de un precedente peligroso legislar a la saga de los acontecimientos y ya hemos visto estos días que mucho oportunista e irresponsable político se ha puesto a pedir la cadena perpetua para este tipo de delitos.
Más que la cadena perpetua o el endurecimiento de penas lo que se hace necesario en el sistema judicial es que este funcione de verdad. Y es que, recordemos, el sistema penal español está basado en la necesaria búsqueda de la reinserción del delincuente más que en la carga punitiva penal. De nada vale que existan penas de siglos de prisión para delincuentes malnacidos como Santiago del Valle si éstas no se ejecutan y aún estando en busca y captura desde hace dos años nadie lo sabe cuando ha ido cada 15 días a fichar a un juzgado por otros temas pendientes. Que los sistemas informáticos no estén unificados y no exista una base de datos común para detectar en distintos puntos del territorio a este tipo de delincuentes cuando, hoy en día, con poner el nombre de alguien en un buscador cualquiera obtenemos muchos datos de su vida deja mucho qué pensar en qué es lo que pasa en torno a la justicia.
Como en sanidad y en educación la falta de inversión en el sistema de justicia es un tema secular en las distintas administraciones españolas. Y es que sin irnos a casos tan extremadamente espectaculares como el de Santiago del Valle el hecho de que la justicia funcione mal hace que los ciudadanos corrientes tengamos que sufrir las consecuencias. Al igual que en muchas cosas puede que la justicia necesite muchas mejoras como nuevos sistemas de organización, repensar las cosas, más personal y mejor material pero esto se traduce siempre en un aumento de las dotaciones presupuestarias en justicia. Los poderosos, y no las personas de origen más humilde que son las que llenan las cárceles, saben bien que el anquilosamiento por saturación del sistema judicial, con el tiempo que corre siempre a su favor, les acabarán beneficiando. Flagrantes son los casos de corrupción urbanística, en la administración o los grandes delitos de carácter económico que, muchas veces, nos parecen que sus penas son, cuando menos, demasiado cortas para la gravedad de los delitos que se han cometido. Da la impresión que a los poderosos, a los políticos corruptos, les salen gratis sus delitos máxime cuando este tipo de delincuencia se la ha visto desde la sociedad como una delincuencia del triunfador que tienen como paradigma a la cultura del pelotazo y a personajes como Mario conde.
La justicia para ser justa necesita, como las decisiones de calidad democrática, tomarse su tiempo pero debe ser ágil para que sea eficaz. En torno a estas dos premisas habría que debatir sobre qué sistema judicial queremos. Una cosa está clara y es que la justicia puede tener sus defectos, que los tiene y los seguirá teniendo, pero hay que partir de ella, de un sistema legal, para que los valores de la sociedad puedan seguir teniendo sentido. Nos guste o no en el momento en el que nos encontramos la justicia y las leyes son la manera de dignificar a los seres humanos y les debemos un mínimo de respeto.
Canarias 24 Horas, 30 de marzo de 2008.