Sin duda este ocho de marzo ha quedado no sólo deslucido por la jornada de reflexión de la campaña electoral, al día siguiente nos dejaron decidir que la marca de gobierno liberal que hemos de tener durante cuatro años fuera la Coca Cola Light de Zapatero frente a la Coca Cola Classic de Rajoy, sino también por el asesinato en manos de ETA de Isaías Carrasco. Y es que parece que la mujer, como siempre ha pasado en la historia, está condenada a permanecer a la sombra de las cosas que hacemos los hombres, muchas de ellas estúpidas. Y es que mujeres que han llegado al poder y que son de indiscutible valía, otra cosa es aceptar la trampa dialéctica que representa la izquierda del buen rollito que el PSOE nos quiere vender, como María Teresa Fernández de la Vega que ha tenido, por el cargo que ocupa, que defender lo indefendible como la difunta constitución europea o la aberrante ley de partidos que está en vigor en España por los votos del PP y del PSOE.
Tengo amigas, radicales en este sentido, que afirman que el día de la mujer no se debería celebrar porque su existencia es ya un punto marcado de discriminación. Y ellas lo saben bien porque cuando hacen estudios sociológicos lo que para otros investigadores abordar la perspectiva de género es poner un simple epígrafe ellas lo introducen en todo el trabajo. Y es que las situaciones que se dieron para que ocurriera el incendio de la fábrica textil en Nueva York en el que murieron calcinadas 146 mujeres siguen dándose hoy en día. Millones de maquiladoras en todo el mundo trabajan de sol a sol por salarios de miseria, son humilladas por sus patrones, se les obliga a tomar anticonceptivos, son fulminantemente despedidas al menor síntoma de embarazo o cuando no se abusa sexual o psicológicamente de ellas. Si los brazos de estas mujeres se detuvieran en poco tiempo en occidente nos quedaríamos sin la ropa que ellas hacen, sin los productos que de la huerta recogen o sin la cacharrería electrónica que ellas ensamblan. El último informe publicado por Amnistía Internacional pone realmente los pelos de punta: miles de niñas en escuelas de África y Asia reciben abusos sexuales por parte de los propios profesores y se han constatado una cifra de 150 mil expulsiones de chicas por haberse quedado embarazadas de estos cerdos.
No voy a polemizar con el tema del la conveniencia o no de que se celebre un día internacional de la mujer pero lo que sí está claro es que las mujeres merecen un mayor protagonismo en nuestra sociedad. Y no es por otra cosa sino porque de hecho son, y han sido siempre, las protagonistas en nuestra sociedad. Un hecho objetivo es que las mujeres están más preparadas intelectualmente que la mayoría de los hombres pero que esto no se ve reflejado en los puestos de poder y mando. Y es que estos puestos están organizados desde la perspectiva machista y a las mujeres lo que se les exige cuando lleguen ahí es a que sean como los hombres. Lo mejor sería que nuestra sociedad cambiara radicalmente de paradigma y las cosas se pensaran de otra manera. Quizás el paradigma del pensamiento femenino, que existe y tiene importancia, debería extrapolarse y estar más impreso en nuestra sociedad. No es que las mujeres para triunfar deban ser como los hombres sino que la sociedad sea más femenina porque ahí es donde está la igualdad que confiere la diferencia.
Los distintos gobiernos que ha tenido este sistema que se le supone democrático han hecho que la educación sea un auténtico desastre. La LOGSE como texto fue una ley magnífica que nunca nadie se la tomó en serio y que supuso un desastre para nuestra sociedad. Faltó no sólo el deseo de ponerla en práctica sino la suficiente inversión económica para llevarla a cabo. El resto del tiempo ha sido parchear y politizar la educación y asumir como inevitable el sistema de mercado neoliberal. Apenas se ha avanzado y en igualdad de géneros se ha ido años atrás en muchos aspectos. Ya lo decía el poeta Fonollosa con uno de sus heterónimos cuando dice que son ellas las que deberían de tomar el mando de la especie porque Nosotros (los hombres) ya tuvimos nuestro tiempo y hay que reconocer que fracasamos. Mientras este momento llega yo seguiré celebrando con júbilo cada ocho de marzo que venga porque, tristemente, los años que me quedan de vida no veré este cambio. ¡Y digo que ojalá me equivoque!
Canarias 24 Horas, 10 de marzo de 2008.