27 agosto 2006

Auditorio de Tenerife: espejo de miseria cultural



Este que tienen aquí arriba es el Auditorio de Tenerife. Impresiona verlo en un atardecer cualquiera junto al mar donde termina Santa Cruz y empieza el océano Atlántico. Da vértigo mirarlo de cerca, uno parece que va a perder el equilibrio. En realidad este edificio no es otra cosa sino un espejo. Sirve para que los provincianos, paletos y belillos chicharreros se miren a sí mismos como si estuvieran mirando su ombligo que, por ser redondo, hace que el mundo sea perfecto. No es una casualidad que lo que más atraiga de su arquitectura sea su pico, que viene a ser como una punta muy larga, que sin duda hace homenaje a la empresa que más contribuyó a su construcción y que se llevó las mayores comisiones de la obra. No hay que olvidar que este edificio ha cuadriplicado su presupuesto: de los 24 millones de euros presupuestados ha superado, por el momento, los 96 millones. Puede ser que por eso dé vértigo mirarlo. Lo que ahí dentro se hace y lo que cuesta su mantenimiento lo hacen doblemente irrentable: su programación y lo que cuesta cuidar del edificio nunca será recuperable por los precios de taquilla al mismo tiempo que lo que sucede dentro, culturalmente hablando, tiene nula repercusión en el tinerfeño medio que sigue viviendo en la ignorancia cultural. O sí no que me dicen de que las autoridades llamen evento cultural al Son Latinos, un macrobotellón que llenaba de mierda la playa de Las Vistas durante días, o a un concierto de Shakira. Lo dicho: provincianos, paletos y belillos. Deberían ser realistas y hacer una programación virtual: que sólo exista en la red y en los papeles. Nada más. El edificio no cuenta con licencia de apertura del ayuntamiento de Santa Cruz. Ningún arquitecto en su sano juicio firmaría la habitabilidad de un edificio tan pegado al mar. Esperemos que algún día no ocurra una desgracia. En el fondo lo que le interesa a esta serie de palurdos es que la fachada sea atractiva, que dé imagen. La cultura no vale la pena si no genera dinero y comisiones. Sí todo el dinero que ha costado se hubiera dedicado al fomento de la cultura de base, a hacer bibliotecas, a promocionar la música por los pueblos y a fomentar la lectura en los colegios otra cosa, culturalmente, sería de nosotros.
Este monumento al despilfarro no está solo, tiene dos hermanos que algún día se harán mayores que él: el Centro de Arte Oscar Domínguez y el Tranvía de Santa Cruz a La Laguna.
Lo dicho, todo esto vuelve a dar vértigo.