29 agosto 2014

En un mundo sin fronteras de la economía, Justicia sin Fronteras al genocidio

A poco más de 24 horas de la muerte del excepcional periodista de la Cadena SER, Carlos Llamas, se han sucedido dos acontecimientos que, sin duda, le hubiera gustado informar y comentar,.
Por un lado Aznar ha vuelto a hablar. Después de que El País desvelara la lamida de culo de este personaje a su ídolo Bush con las transcripción de las actas de la conversación de Crawford que llevaron a una guerra, que todavía es presente, en la que han muerto centenares de miles de personas inocentes volvió a hacer unas declaraciones como siempre calumniosas el que es uno de los personajes más mediocres que ha dado la historia española contemporánea incluida la figura del dictador Franco. Ojalá pudiéramos olvidarlo y hacer como que nunca haya existido pero los miles de muertos, que son inmunes a su conciencia por lo visto, nos han de recordar durante muchas generaciones que un segundón gris se creyó tan iluminado como para cambiar radicalmente la política exterior española de los últimos 200 años.
Por otro lado, la justicia chilena ha actuado contra la familia del difunto dictador Augusto Pinochet, también contra otras personas, por delitos de blanqueo de capitales, evasión fiscal y demás basura unida al mandato del genocida. Aunque el Juez Baltasar Garzón lo retuvo durante más de un año en Londres Pinochet, como buen fascista, murió en la cama con la absoluta impunidad de los miles de muertos que pesan sobre su conciencia. Este pataleo contra su familia de ladrones no es el acto de justicia que necesitan las víctimas pero consuela un poco.
José María Aznar como consejero de News Corporation peor pagado y con un inglés con acento mejicano viaja mucho por el mundo. Debiera de tener cuidado en sus escalas: del Trío de las Azores él es el menos protegido. No veo a un juez de cualquier parte del planeta actuando contra Bush y Blair pero sí contra Aznar. Y tendría suerte porque si un país civilizado lo captura para juzgarlo por genocidio es seguro que no sufriría torturas como las que padecen los presos de las cárceles de Irak. Ahí están las de Abu Ghraib para vergüenza del planeta entero. Este tipo tiene la suerte de los mediocres, ya se libró de un desafortunado atentado contra su persona.
No creo que Carlos Llamas hubiera dicho lo mismo que yo ahora porque lo considero más lúcido en el peor de sus momentos que yo lo pueda ser en el mejor de los míos. Y es que ya en poco más de un día de su muerte no sólo se le echa de menos sino que uno piensa en lo bien que se hubiera encontrado comentando este tipo de cosas. Mientras otros siguen haciendo su basura de radio por ahí.